La cumbre de la OCS muestra que el mundo está avanzando claramente más allá de un orden centrado en Estados Unidos hacia múltiples centros de poder económico
Por NIGEL GREEN
La reunión celebrada en Tianjin entre el primer ministro indio, Narendra Modi, y el presidente chino, Xi Jinping, la primera en siete años, tiene una importancia que va mucho más allá del protocolo.
Se celebró justo cuando el programa de aranceles expansivos de Donald Trump, que comenzó en abril y se ha intensificado de forma constante a lo largo del verano, ha remodelado los flujos comerciales mundiales.
El momento elegido subraya una realidad cada vez más evidente: la economía mundial ya no se organiza en torno a un único centro dominante, sino que avanza hacia una estructura multipolar con fuentes de poder e influencia que compiten entre sí.
Los aranceles de Trump son el motor más visible de este cambio. El arancel inicial del 10 % sobre las importaciones, anunciado en abril, se ha convertido desde entonces en un marco de sanciones de gran alcance que afecta a casi todos los socios comerciales, desde los aliados en Europa hasta los principales proveedores de Asia y América Latina.
A finales de agosto, la India se vio afectada por un arancel del 50 % en sectores que van desde los textiles hasta la joyería y los productos del mar, a pesar de que Washington la describe como un aliado cercano. El mensaje subyacente es que ninguna relación está exenta cuando la Casa Blanca ve en peligro sus ventajas económicas.
Mientras Washington levanta barreras comerciales, otras capitales se ven cada vez más unidas por la necesidad. La cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái, celebrada entre el 31 de agosto y el 1 de septiembre en Tianjin (China), sirvió de escenario para este proceso.
La presencia de India, China, Rusia y las naciones de Asia Central, a las que se unieron Irán y Pakistán, fue más que una muestra de solidaridad diplomática. Reflejó el inicio de una coordinación económica más profunda entre países que, en muchos casos, solo comparten una historia limitada de cooperación.
El hecho de que Modi y Xi pudieran entablar un diálogo sustantivo tras los mortíferos enfrentamientos de 2020 en el valle de Galwan ilustra la rapidez con la que están cambiando los cálculos estratégicos bajo la presión externa.
La consecuencia más amplia es que el consenso de posguerra, que situaba a Estados Unidos en el centro del sistema mundial, se está erosionando progresivamente.
El programa arancelario, ya sea de forma intencionada o no, está acelerando el desarrollo de redes paralelas de comercio, finanzas y seguridad. Si antes la globalización implicaba una convergencia hacia normas comunes, ahora genera cada vez más sistemas separados de normas y prácticas.
Los países sujetos a aranceles o sanciones no están esperando a que las negociaciones los vuelvan a integrar. En cambio, están creando instituciones alternativas y marcos regionales diseñados para reducir su dependencia de Washington.
No se trata de un debate académico para los inversores de todo el mundo. Es una reorganización fundamental de la forma en que se asigna el capital y de cómo funcionan los mercados.
Las cadenas de suministro se están rediseñando en torno a la resiliencia regional en lugar de la eficiencia global. Las correlaciones establecidas desde hace tiempo entre los mercados se están debilitando a medida que los riesgos políticos comienzan a superar a los factores tradicionales que impulsan el rendimiento. Ya no se puede confiar en las hipótesis que guiaron la construcción de carteras durante una generación.
Los bancos centrales han sido rápidos en reconocer el cambio. La diversificación de las reservas fuera del dólar está cobrando impulso, respaldada por compras récord de oro y un cambio hacia activos no denominados en dólares. Se están desarrollando sistemas de pago regionales para gestionar la liquidación de las transacciones comerciales sin depender de la infraestructura financiera de Washington.
El dólar sigue siendo dominante, pero su cuota en las reservas mundiales está disminuyendo gradualmente, junto con el papel indiscutible de Estados Unidos en las finanzas mundiales.
El impacto ya es visible en diversos sectores. Las cadenas de suministro tecnológicas, que antes se estructuraban en función de la rentabilidad, se están reorganizando en torno a la fiabilidad política. Se están desarrollando centros de semiconductores en múltiples regiones para limitar el riesgo de exclusión de los mercados controlados por Estados Unidos.
Las asociaciones energéticas se están reestructurando, ya que las sanciones y los aranceles obligan a los productores y consumidores a encontrar nuevos canales de inversión y suministro. La financiación de infraestructuras, históricamente liderada por instituciones respaldadas por Occidente, se obtiene cada vez más a través de bancos regionales e iniciativas soberanas.
La reunión de la OCS resume estos acontecimientos. India y China siguen siendo competidores cautelosos, pero la lógica de la supervivencia económica les obliga a considerar la cooperación.
Rusia, excluida de los mercados occidentales, está profundizando su dependencia de socios no occidentales. Los Estados más pequeños, desde Asia Central hasta Oriente Medio, se están alineando con cualquier constelación que ofrezca el acceso más fiable al comercio y al capital.
Se trata de cálculos pragmáticos, no de elecciones ideológicas, que refuerzan la tendencia hacia una economía mundial más fragmentada, pero también más equilibrada.
Para los mercados, es poco probable que esta fragmentación sea una perturbación temporal. Los aranceles se están convirtiendo en instrumentos políticos a largo plazo, y no en monedas de cambio a corto plazo.
Los países están planificando como si las barreras fueran a permanecer durante años, incorporando la resiliencia en sus modelos económicos en consecuencia.
Esto significa que los inversores también deben cambiar su perspectiva. Ya no es realista esperar un retorno al sistema altamente integrado del pasado. Lo que está surgiendo es una estructura más regionalizada en la que la influencia se comparte entre múltiples centros de poder.
La imagen de Modi y Xi reuniéndose en Tianjin, por breve que sea, cristaliza lo que los aranceles de Trump ya han puesto en marcha.
Lo que ha ocurrido en China esta semana y lo que está ocurriendo en los aranceles de Washington son las dos caras de la misma historia: una historia de fragmentación, resiliencia y nuevos centros de gravedad económica que definirán los mercados en los próximos años.
Fuente: Asia Times
Traducción: Stolpkin.net
