Por: Níkolas Stolpkin
Tal como señalaría la oficina de prensa del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia (SVR), todo estaría apuntando a que EE. UU. planea “congelar” el conflicto para que Ucrania pudiera restaurar su musculatura.
Para dicha tarea se ha nombrado, por parte de Donald Trump (nuevo presidente de EE. UU.), al general retirado Keith Kellogg como el enviado especial para Ucrania-Rusia.
Con su nombramiento se puede dilucidar hacia dónde se quiere dirigir EE. UU., bajo la nueva presidencia de Donald Trump, con respecto al conflicto en Ucrania.
Y es que, Keith Kellogg, ya en abril de 2024, junto a Fred Fleitz, un ex analista de la CIA, plasmaron en un documento las directrices por el cual el conflicto podría dirigirse, y que se podrían implementar en caso de que ganara la presidencia Donald Trump.
Las ideas principales, o gran parte de ellas, habían sido influenciadas por un texto aparecido antes en la revista influyente Foreign Affairs, noviembre 2023, y firmada por Richard Haass (un nuevo Zbigniew Brzezinski de la política exterior estadounidense), presidente emérito del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) y por Charles Kupchan, miembro senior del CFR.
La idea es que EE. UU. lidere los esfuerzos para empujar a Ucrania para que se pueda negociar un alto al fuego con Rusia y, al mismo tiempo, “cambiar su énfasis militar de la ofensiva a la defensiva”.
El giro estratégico, a largo plazo, según los miembros mencionados del CFR, podría terminar convenciendo a Rusia para sentarse a la mesa a negociar.
Occidente está cada vez más convencido de que no puede hacer nada para “cambiar el curso de las cosas en el campo de batalla”, aunque quiera seguir mandando más tanques, misiles de largo alcance o aviones F-16 a Ucrania. “El tiempo no estará del lado de Ucrania si una guerra de alta intensidad se prolonga indefinidamente”.
Según los miembros del CFR, las sanciones a Rusia sólo han tenido un “efecto modesto” en su economía. Rusia tiene su economía y su base industrial “en pie de guerra”; puede importar armas de RPDC e Irán, o importar tecnologías para uso militar (¿China?); tiene grandes reservas para reforzar su presencia militar; y, por último, ha podido encontrar nuevos mercados para su energía. Todos los términos precisos de un alto al fuego “tendrían que ser acordados bajo una amplia supervisión internacional” (ONU o la OSCE).
“No sólo es una guerra imposible de ganar; también es una guerra que corre el riesgo de perder el apoyo occidental con el tiempo”, afirmaron. “Los aliados occidentales también deberían dejar en claro que la mayoría de las sanciones contra Rusia se mantendrían en vigor hasta que las fuerzas rusas abandonen Ucrania…”.
Las ideas de Kellogg, en cambio, van en la misma línea las cuales plantearon los miembros del CFR, Haass y Kupchan. Aceptan la “fatiga occidental”, por lo que “congelar” el conflicto podría dar la oportunidad de “restaurar la efectividad de combate de las Fuerzas Armadas de Ucrania”, como afirma el SVR. En otras palabras, permitiría a Ucrania tomar un “descanso”.
La tregua significaría la “restauración del complejo militar-industrial ucraniano”.
El plan de EE. UU. es de seguir entrenando y armando a los ucranianos, pero esta vez en “modo defensivo”, a cambio de “alivianar” las sanciones contra Rusia.
Y para llevar a cabo el plan, “Occidente necesitará ocupar Ucrania”, pero obviamente con el pretexto de desplegar un “contingente de mantenimiento de la paz”. “En total, está previsto introducir en Ucrania 100,000 de los llamados cascos azules”, afirma el SVR.
El SVR, además, ha identificado los territorios que se supone se repartirán en Ucrania:
-Costa del Mar Negro – Rumania.
-Regiones occidentales de Ucrania – Polonia
-Centro y este del país – Alemania
-Regiones del norte, incluida la región de la capital (Kiev) – Gran Bretaña
¿No habría presencia estadounidense dentro de una supuesta repartija de Ucrania?
Difícil sería pensar que Rusia habría de renunciar al ritmo de las posiciones alcanzadas bajo su propia ofensiva y a la triste desorganización de la resistencia ucraniana.
¿“Congelar” el conflicto a cambio de que se puedan levantar progresivamente las sanciones contra Rusia?
“Congelar” el conflicto significaría mucho para Occidente y muy poco para Rusia. Ya se pudo comprobar que Rusia puede caminar de igual forma sin Occidente y que las múltiples sanciones no han servido de mucho.
Hay vida después de las sanciones.
Quien está complicado, no es Rusia; quien está complicado es EE. UU. y aliados, que ven sus economías caer y que no ven avance alguno por más que entreguen armas a los ucranianos. ¿Gastos y más gastos para la función del títere a cambio de pérdidas y más pérdidas por su patético desempeño?
“Congelar” el conflicto significaría “tomar un respiro” para EE. UU. y aliados y así poder, quizá, alcanzar el ritmo arrollador de Rusia, en cuanto al crecimiento económico y al avance tecnológico de las nuevas armas.
“Congelar” el conflicto significaría permitir a Ucrania reagruparse, permitir que su decaído ejército se vuelva a reponer; permitir, más encima, que Occidente le suministre más armas, pero esta vez de una manera más flagrante y, además, permitir que la quinta columna de Rusia pudiera crecer y tener más espacio para maniobrar.
¿“Congelar” el conflicto bajo las normas del que está perdiendo? ¡¡¡Los vencedores son los que ponen las reglas, no los perdedores!!!
Rusia sabrá qué hacer. Pero Rusia no puede caer en el juego de los que están agotados. Rusia debe mantener el ritmo de la ofensiva y cumplir con sus objetivos. No puede haber ningún respiro para los que están agotados, y menos a EE. UU. –cuando perfectamente podrían tener mejores preocupaciones, como atender a sus “portaviones regionales” de fuerte autonomía, o más estables, tales como Israel o Corea del Sur. Agotar sus esfuerzos en Ucrania, no lo llevan a ninguna parte. Es como echar agua constantemente en una bolsa rota. Por lo que, en algún momento, tendrá que retroceder para atender a sus “portaviones” más funcionales, no a un aspirante a “portaviones” que sólo le ha dado problemas.
Occidente sabe perfectamente cómo pueden acabar con el conflicto. Únicamente si se quitara de la ecuación a EE. UU., todo el conflicto podría acabar, y pronto. Lo saben muy bien.
A propósito de lo anterior, y ya para finalizar, hace poco el ex jefe de la diplomacia de la Unión Europea (UE), Josep Borrell, que pudo encarnar bien la hipocresía de la UE (siendo, por un lado, “diplomático” para los asuntos en Medio Oriente: “Sin un alto el fuego, el Líbano se desintegrará. Sin ayuda humanitaria urgente, miles de personas morirán de hambre en Gaza”; y “guerrerista”, por otro, para los asuntos en Ucrania: “Esta guerra se ganará en el campo de batalla”; o cuando se reunió con el ahora ex ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kubela, “Discutimos el apoyo y la necesidad de levantar las restricciones al uso de armas contra los objetivos militares de Rusia en virtud del derecho internacional”), se sinceró, antes de dejar su cargo: “¿Podemos suministrar armas a Ucrania para sustituir el compromiso estadounidense? No. ¿Es realista decir que sí?”.