Por: Níkolas Stolpkin
Todos, a lo largo de nuestras vidas, hemos crecido con personajes “buenos” y personajes “malos”; actos “buenos”, actos “malos”. Crecimos pensando, por ejemplo, en los años 80 del siglo XX, de que –en el cine– Rambo era “bueno” y los rusos eran “malos”. Respecto a la Segunda Guerra Mundial los “malos”, en gran medida, eran los alemanes y, en menor medida, los italianos y japoneses; los “buenos”, en cambio, eran los rusos, los estadounidenses, los ingleses… Cuando los estadounidenses invadieron Panamá (1989), los “buenos” eran los estadounidenses y el “malo” era Noriega, un antiguo ex colaborador de la CIA. En la primera década del presente siglo, también fuimos testigos de las ofensivas mediáticas a cargo de los Grandes Medios de Comunicación que tenían por “malo” al presidente de Venezuela Hugo Chávez, y a la Oposición los tenían por “buenos”. Algo muy parecido con lo que está pasando ahora desde que asumiera la presidencia Nicolás Maduro (2013): el “malo” es Maduro y los “buenos” siguen siendo la Oposición. Y en este último tiempo se ha construido, con respecto a Ucrania, la narrativa de que los rusos “invadieron” Ucrania (los “malos”) y Ucrania es la “agredida”, la “víctima”, la “indefensa” (los “buenos”), a los que hay que “ayudar” y “defender”.
Pero distinto ha sido el caso desde la perspectiva de quien es retratado por los Grandes Medios de Comunicación. Por ejemplo, siendo un niño de ocho años, desde la propia Nicaragua, a principio de los años 80, los “malos” eran la Contra y los “buenos” eran los sandinistas. Pero aquello mismo pudo haber sido muy distinto desde la perspectiva de los Grandes Medios de Comunicación o desde la perspectiva de los Medios cercanos al conflicto. Incluso me atrevería a decir que, en aquellos tiempos, la izquierda latinoamericana tenía mucha más influencia de la que tiene ahora, como para haber dejado que se señalaran a los sandinistas como los “malos” y a la Contra como los “buenos”. Por lo que suponemos que podría haber habido una óptica más benigna, por parte de la prensa, durante los inicios del proceso revolucionario. Hay que recordar que en los años 70 y 80 Latinoamérica estaba plagada de dictaduras militares afines a EE. UU. y que existía mucha simpatía por los movimientos revolucionarios (Cuba, Nicaragua…). No creo que los “escuadrones de la muerte” de El Salvador hayan sido pintados como “buenos” o “blancas palomitas”, sabiendo de sus macabros actos. La Contra y los “escuadrones de la muerte” quizá eran pintados como “malos”, pero quizá los pintaban sin ninguna relación con los estadounidenses o la CIA, quienes eran sus verdaderos auspiciadores.
Informar vs Propaganda
Pero antes, hay que entender algo muy importante. Una cosa es informar y otra muy distinta es hacer propaganda. Los Medios pueden informar de un accidente, un asalto, un asesinato, una pelea, algún hecho de corrupción, etc. Los Medios, en estos casos, se limitan a informar. Caso contrario es cuando los Medios locales o nacionales se transforman automáticamente en altavoces de los Grandes Medios de Comunicación o adoptan una matriz acorde a los intereses del Monopolio del Poder. En el primer caso, se tiene cierta libertad; en el segundo caso, se pierde aquella libertad y, sencillamente, se repite lo que los Grandes Medios de Comunicación quieren que se difunda para así cumplir con sus objetivos de convencer y moldear a la Opinión Pública.
Cuando a nivel local nos enteramos de ciertos periodistas que supuestamente van a cubrir algún conflicto de relevancia, no lo hacen por ir a informar, lo hacen principalmente para cumplir con una función propagandística acorde a los intereses del gran Poder Occidental; lo hacen para ir a engrosar la orquesta sinfónica de Propaganda. A aquellos periodistas no los vamos a ver en el frente o en el bando de los rusos, siempre los veremos en el bando que están representando. En este caso: Ucrania.
En relación al conflicto actual Rusia-Ucrania, los Grandes Medios de Comunicación Occidentales nos vendieron a toda costa de que Rusia había “invadido” Ucrania porque supuestamente Rusia tenía “ambiciones imperialistas”; que Putin quería volver a la “Rusia de antes”, etc. Y todo aquello era repetido una y otra vez. “Miente, miente, que algo queda” diría, el otrora ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebbels. Los Medios no nos informaban de las verdaderas causas que llevaron a los rusos a intervenir en Ucrania, simplemente se limitaban a instalar que los rusos habían “invadido” Ucrania porque tenían “ambiciones imperiales”. Las causas eran suprimidas para gozar de una Opinión Pública favorable a los intereses del Monopolio del Poder Occidental. No se nos iba a informar de que el actual gobierno ucraniano llevaba ocho años agrediendo a la población ucraniana rusoparlante del Donbass y que los rusos habían intervenido para ir en auxilio de esa misma población. Haber hecho aquello, habría significado tener una Opinión Pública desfavorable al gobierno ucraniano y a favor de los rusos. Por lo que debieron recurrir a la propaganda, para tener una Opinión Pública favorable que le permitiera ir en “ayuda” de los ucranianos.
(Nota del autor: ¿Qué hace la Propaganda? La Propaganda suele tener una óptica particular, casi nunca ponen dentro de su óptica acusativa-negativa a aliados que formen parte de los intereses del propio Monopolio del Poder. Por ejemplo, es muy difícil que Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel, pueda caer en dicha óptica de los Grandes Medios de Comunicación. Podría ser acusado por organismos Occidentales de DDHH, u organismos de justicia internacional emitir ordenes de arresto, pero mientras (Netanyahu) forme parte de los intereses del Monopolio del Poder, aquellas acusaciones u ordenes de arresto no lograrán tener la importancia o los efectos que sí podrían tener contra alguien que no forme parte de sus intereses. Contra un Bashar al-Assad, sí que podrían tener efectos. Porque hay que entender algo: los organismos como HRW o la CPI son organismos que actúan o sirven de amplificación para los Grandes Medios de Comunicación cuando el acusado no forma parte de los intereses del Monopolio del Poder Occidental. Cuando el acusado sí forma parte, el efecto de amplificación suele ser débil o efímero).
Y no hace mucho, los Grandes Medios de Comunicación han estado vendiendo al mundo la toma de Siria por parte de grupos “rebeldes” en un tiempo record. Aquí estamos hablando de propaganda. Su líder “rebelde” y “moderado” ha sido erigido como el personaje que derrotó al “dictador” Bashar al-Assad. Los principales Medios señalan al líder “rebelde” como el “hombre” que derribó a Bashar al-Assad, y a Bashar al-Assad lo venden como al “dictador” que “se quedó solo”. El primero es retratado como un ser “humano” y el segundo es retratado implícitamente como un ser “inhumano”. El primero es vendido como un personaje “bueno” y el segundo es vendido como un personaje “malo”. Acá no se trata de informar, acá se trata de difundir lo que el Monopolio del Poder Regional quiere que se difunda.
(Nota del autor: a todo esto –esto es gracioso–, ¿se fijaron en la imagen del “líder rebelde” que se tomó Siria, Al Jawlani? ¿Es idea mía o quisieron emular la imagen de Fidel Castro y sus barbudos? Lo digo porque he visto muchas fotos del “líder” coincidir con la imagen de Fidel Castro, líder de la Revolución cubana.).
¿Quién decide qué o quién es “bueno” y qué o quién es “malo”?
Vemos pues, cómo los Grandes Medios de Comunicación, desde el principio, desde sus posiciones de Poder, tienen la costumbre de allanar el camino para que nosotros los receptores o espectadores podamos aceptar la toma del poder de los “rebeldes” como algo “aceptable” o “bueno”.
Los Grandes Medios podrían estar al tanto de que el grupo o su “líder” hayan pertenecido a grupos terroristas tales como Al Qaeda o ISIS, pero mientras formen parte de los intereses del Monopolio del Poder, dentro del contexto actual, aquella información no habrá de lograr efecto alguno en el marco del Monopolio del Poder Occidental.
Lo que hace preguntarnos: ¿Quién decide qué o quién es “bueno” y qué o quién es “malo”? Todo quizá pueda depender de la perspectiva o del radio del Monopolio del Poder en la que nos encontremos, regional o local.
Los Grandes Medios de Comunicación son verdaderas extensiones del Poder, voceros del Poder, y administran el Monopolio de la Verdad que, a su vez, son parte fundamental del Monopolio del Poder. Cuando se trata de geopolítica, ellos deciden qué o quiénes son los “buenos” y qué o quiénes son los “malos”. Ellos deciden a quién “amar” o a quién “odiar”.
Algo parecido sucede en el limitado radio del cine: nos conducen para que intuyamos quién es el “bueno” o quién es el “malo”. Hay “protagonistas” y hay “antagonistas”. Pero ellos (los directores) pueden también decidir que los que tenemos asimilados como “malos” puedan ser “buenos” y los que tengamos asimilados como “buenos” puedan ser “malos”.
Lo que nos lleva a pensar que crecemos con nuestros propios conceptos de lo que es “bueno” y de lo que es “malo”. Quizá aquello tenga que ver con nuestro tipo de crianza o los valores que se hayan adquirido a lo largo de nuestro desarrollo.
Por ejemplo hoy, que un niño fume tabaco, trabaje o se case con un adulto nos puede parecer “malo”. Pero esos mismos ejemplos, perfectamente podrían haber sido “aceptables” en otros tiempos. Por lo que, todo podría depender de los tiempos en los que nos encontremos o las normas a las que nos adaptemos
Una cosa en un país puede ser “aceptable”, “normal”, “cultural” y, en otro, esa misma cosa podría ser todo lo contrario. En un país podría ser “aceptable” comer carne de caballo y en otra cultura o país aquello podría ser “inaceptable”. Y cientos de ejemplos similares.
La globalización, en parte, ha hecho un gran esfuerzo porque esas diferencias no sean tan dispares o distantes.
Definiendo el elenco a utilizar por parte del Monopolio de la Verdad
Realmente quiero llegar a un punto en el cual ya estamos siendo testigos. Y es relacionado con el título de “líder rebelde” que los Grandes Medios han estado vendiendo como algo “bueno” y “aceptable”. Una persona que “derrotó a una dictadura”; que hizo algo “bueno” o “aceptable” contra algo que era “malo” e “inaceptable”.
Bashar al-Assad era el “malo” como en otros tiempos nos vendieron a un Hitler, un Stalin, a un Sadam Hussein, un Gaddafi o a un Osama bin Laden. Pero si retrocediéramos en el tiempo, nos podríamos encontrar con la “sorpresa” de que esos mismos personajes pudieron haber sido “buenos” o “aceptables” en un determinado tiempo. Por lo que se podría afirmar que el Tiempo Político y quienes estén a cargo del Monopolio del Poder, regional o local, importa significativamente. Ellos definen el elenco a utilizar por parte del Monopolio de la Verdad.
En Occidente, el Monopolio del Poder Regional lo detenta el Bloque Capitalista Unipolar. Ellos, por ejemplo, pueden afirmar que Putin es “malo”, que es un “carnicero”, etc. Pero algo muy parecido podría pasar desde la perspectiva del otro lado del Monopolio del Poder. Pero la gran diferencia, a favor nuestro, se podría generar al tener libre acceso a las dos caras, ya que se tendría la libertad de elegir lo que es “verdad” y lo que es “mentira”. Se estaría frente a dos “verdades” y no ante una “verdad única” como se intenta imponer hoy.
Dentro del Bloque Capitalista Unipolar, no hace mucho, fuimos testigos de cómo se encargaron de silenciar u obstaculizar a los Medios de Comunicación de Rusia, pertenecientes al Bloque Capitalista Multipolar. Por lo que nosotros, los receptores, quedamos únicamente ante las razones o versiones de un solo bloque. Y las alternativas que pudieran existir dentro del radio del Monopolio del Poder Regional Occidental serían “dudosas” o “no-creíbles”, como nos suelen vender los Grandes Medios de Comunicación Occidentales. Pero nosotros decidimos aceptarlas o no aceptarlas.
Ni amigos, ni enemigos, sólo intereses
Desde el punto de vista del Poder, suele no existir los conceptos de lo “bueno” o lo “malo”, únicamente existen los intereses.
“Los Estados no tienen amigos, ni enemigos permanentes, sino intereses”, una frase que se ha venido escuchando desde distintos ángulos u orígenes de distintas voces del Poder.
Al igual que en el cine, el director pone quiénes son los “buenos” y quiénes son los “malos”. Puede incluso jugar: el “malo” puede tener apariencia de “bueno”, o el “bueno” puede tener apariencia de “malo”.
En la vida real, el Monopolio del Poder es el “director” y quien decide quién es quién. Los espectadores son los receptores de lo que se desea transmitir.
Conceptos tales como “terrorista”, son conceptos que nos llevan a imaginar a los “malos”, y conceptos tales como “rebeldes” o “revolucionarios” son conceptos que nos llevan a pensar que estamos hablando de seres “buenos” o “aceptables”.
Pero… ¿qué deberíamos creer o pensar cuando al que nos han vendido como “terrorista” ahora es vendido como “rebelde”? ¿Qué debemos creer cuando al que nos han vendido como “inaceptable” ahora es vendido como “aceptable”? ¿Los hechos deciden en nosotros lo que son, o es la utilidad para con el Monopolio del Poder quien decide quiénes son? ¿Los actos deleznables podrían convertirse en actos admirables?
Si en una película nos venden a un asesino en serie y en otra película nos venden a ese mismo asesino en serie como alguien que tiene un buen corazón, sería aceptable porque es cine, y en el cine se podría hacer lo que se quisiera. Por el contrario, dichos cambios podrían ser muy distintos cuando se trata de la vida real. Y vaya que hemos sido testigos de muchos cambios a los que hemos debido “aceptar” de esa índole.
¿Cuántas veces un personaje determinado debe pasar por un mismo concepto? Osama bin Laden primero fue “bueno” y terminó siendo “malo”. El actual líder de los “rebeldes” que tomaron Siria, primero era “malo” y ahora resulta ser “bueno”. Pero… ¿aquel podría volver a ser “malo”? Todo depende de si sirve o no a los intereses del Monopolio del Poder. Si sirve es “bueno”; si no sirve es “malo”. Sólo habría que recordar a Gaddafi o a Sadam Husein.
Por tanto, desde la perspectiva del Monopolio del Poder quien puede ser “bueno” o “malo”, “aceptable” o “inaceptable”, depende de los intereses a lo que esté sirviendo el destacado.