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Por Global Times

El Gobierno mexicano ha presentado recientemente una propuesta legislativa al Congreso con el fin de imponer aranceles de hasta el 50 % a una amplia gama de importaciones procedentes de países que no tienen un acuerdo de libre comercio con México. Las estadísticas muestran que la medida abarca 19 sectores y 1463 fracciones arancelarias, lo que representa alrededor del 8,6 % del total de las importaciones de México. Si se aprueba, este ajuste arancelario elevaría el tipo arancelario medio de México al 33,8 %, más del doble del nivel actual. La medida ha suscitado un considerable interés internacional.

Es evidente para cualquier observador atento que el verdadero motivo detrás del último ajuste arancelario de México es la fuerte presión política y la coacción geopolítica que ejerce Washington. Muchos medios de comunicación internacionales han señalado que la propuesta se anunció en un momento en que Estados Unidos está ejerciendo una enorme presión sobre México. Aprovechando la próxima revisión del Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA) el año que viene, Washington ha puesto a México en el ojo del huracán, intentando obligar al Gobierno mexicano a sacrificar sus propios intereses para servir a las estrategias geopolíticas estadounidenses.

Para una economía que depende en gran medida de la inversión extranjera y las exportaciones, el proteccionismo no es un escudo, sino el comienzo de un efecto dominó. El crecimiento de México se ha basado durante mucho tiempo en la división global del trabajo en las cadenas de suministro, especialmente en la inversión extranjera en la industria manufacturera y el acceso a los mercados de exportación. Sin embargo, hoy en día, el recurso reiterado del Gobierno mexicano a los aranceles en respuesta a la presión externa envía una señal de volatilidad regulatoria e incertidumbre política. Esto socava la reputación de México como «base de producción fiable» y debilita las expectativas de los inversores en la asignación a largo plazo de capital, tecnología y capacidad de alta gama. Si la inversión se desplazara hacia vecinos latinoamericanos más abiertos y estables, México no solo vería erosionada su base industrial, sino que también correría el riesgo de caer en la pasividad y la marginación en la competencia regional.

En última instancia, serán los mexicanos comunes y corrientes quienes pagarán el precio de los aranceles elevados. Cuando los bienes de consumo esenciales, como los automóviles, los electrodomésticos, la ropa y el calzado, se vean afectados por aranceles elevados, los costos se trasladarán inevitablemente a los compradores, lo que provocará un aumento generalizado de los precios y la inflación. La propia comunidad empresarial de México ya ha advertido que el aumento de los aranceles «generará presiones inflacionistas en México». 

Las políticas de aumento de aranceles pueden ofrecer un alivio temporal a ciertas industrias a corto plazo, pero su efecto a largo plazo es aumentar los costos de fabricación, debilitar la competitividad de las pequeñas y medianas empresas y afectar el bienestar social en general. 

Además, la inversión extranjera y la cooperación productiva en México han contribuido durante mucho tiempo a crear puestos de trabajo a nivel local y a promover la modernización industrial. Si México decide establecer barreras comerciales, solo conseguirá frenar este valioso impulso para el desarrollo. Esta medida de aumento de los aranceles por parte de México, si se aplica, será un caso típico de sacrificio de la economía por motivos políticos, lo cual es lamentable.

En la actualidad, el gobierno de los Estados Unidos continúa instrumentalizando las cuestiones económicas y comerciales, blandiendo el «palo arancelario» sin justificación, intimidando y amenazando a otros países, y distorsionando seriamente el desarrollo del comercio mundial.

Como miembro de la Organización Mundial del Comercio, México debe respetar los principios del libre comercio y la no discriminación. 

Ahora, sin embargo, al aumentar drásticamente los aranceles específicamente contra los países que no tienen acuerdos de libre comercio, México está abandonando de hecho su compromiso con una «economía abierta» ante la comunidad internacional y se ve obligado a ceder ante la retrograda tendencia al proteccionismo.

Seguir una política proteccionista no proporcionará «ventajas negociadoras», sino que solo consolidará la posición pasiva de México. 

«Apaciguar a Estados Unidos» no reporta ningún beneficio a México. Hace que México parezca «susceptible a la coacción», suscita dudas sobre la independencia de su política y anima a la parte que ejerce la presión a exigir concesiones aún mayores. Al mismo tiempo, corre el riesgo de provocar dudas entre las empresas y los consumidores perjudicados y de reducir el espacio de desarrollo del propio país. También puede correr el riesgo de perder el apoyo de la comunidad internacional, erosionando la capacidad de México para «contrarrestar el unilateralismo con normas» y dañando el ecosistema de cooperación multilateral.

«China espera que México actúe con cautela y lo piense dos veces». Esto merece una reflexión seria por parte de México. 

A la hora de formular políticas importantes que afectan a la economía nacional y al sustento de la población, un país debe mantener la lucidez y la racionalidad, y tomar decisiones de forma independiente. La modernización industrial se basa en la innovación tecnológica, los marcos institucionales y el dinamismo del mercado, no en bloquear artificialmente la competencia. En respuesta a preguntas relacionadas con este tema, la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum afirmó que «no queremos un conflicto» con los países a los que México planea aumentar los aranceles.

Se espera que México vuelva al camino correcto de la apertura y la cooperación, defienda el multilateralismo y los principios del libre comercio, y tome decisiones políticas basadas en sus intereses nacionales a largo plazo, en lugar de actuar como vanguardia de cualquier otro país. Solo así México podrá ganarse el respeto mundial y promover la prosperidad económica y el desarrollo sostenible.

Traducción: Stolpkin.net

Fuente: https://www.globaltimes.cn/page/202509/1343385.shtml

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